"Estamos seguros que las diversas iniciativas pequeñas o grandes contra el encierro y la prisión crean un eco, un espejo y un puente con los movimientos que luchan en otros lugares. Juntos con nuestras rabias estamos aquí y ahora construyendo redes de solidaridad que harán caer los muros de las prisiones y el sistema jurídico protector de la impunidad de la que goza el Estado."
Grupo Les trois passants
Comité de Solidaridad con los Pueblos de Chiapas en Lucha - CSPCL
Testimonio de Alvaro / Tortura
¿Quién es Alvaro Sebastián Ramírez?
Álvaro Sebastián Ramírez,
originario de la comunidad de Llano Maguey, municipio de San Agustín
Loxicha, distrito de Pochutla, estado de Oaxaca, de 52 años de edad,
indígena zapoteco preso político y de conciencia, actualmente recluído
en la Penitenciaria Central de Ixcotel, Oaxaca, sentenciado a 29 años de
prisión por los delitos de Homicidio Calificado, Intento de Homicidio,
Terrorismo y Conspiración.
Trabajó en el magisterio de 1977 a 1986.
Durante el trienio de 1984 –
1986 prestó sus servicios en el Honorable Ayuntamiento Constitucional de
San Agustín Loxicha, como regidor de educación, en este periodo, como
cabildo y pueblo en general padecieron conflictos muy fuertes con los
caciques y pistoleros de la región que estaban en contra del progreso
del pueblo.
Testimonio de detención
Fui secuestrado entre 10:00 y
10:30 de la mañana del día lunes 15 de diciembre de 1997, por el grupo
especial de la Policía Judicial del Estado, al mando del comandante José
Trinidad Rodríguez Ballesteros, director de la Policía Judicial, en
subordinación del Lic. Pedro Roberto Martínez Ortiz, Procurador General
de Justicia del Estado en aquel entonces.
Mi secuestro tuvo lugar cuando
me encontraba en el interior de mi automóvil estacionado en la avenida
Morelos esquina con la calle Macedonio Alcalá, en el centro de la ciudad
de Oaxaca, frente al Monte de Piedad, en espera de mi esposa y de mi
hijita que se habían ido a desempeñar un aparato electrónico. En ese
lapso de tiempo se me acercaron dos personas apuntándome con armas, uno
de ellos intentó abrir la puerta del lado derecho y el otro se colocó
enfrente del automóvil apuntándome con un arma; me obligaron a salir del
automóvil, me indicaron bajar con las manos en alto, uno de ellos me
registró y el otro seguía apuntándome con el arma diciendo que eran de
la Judicial, me pidieron mi identificación y preguntaron ¿donde está el
arma?, les respondí que no traía ningún arma, revisaron el coche y no
encontraron nada, me dijeron: “cierra bien las puertas, llévate la
tarjeta de circulación, las llaves y otras cosas de valor, porque nos
vas a acompañar”, me llevaron caminando hacia la calle Macedonio Alcalá
una cuadra, me dí cuenta que era un gran operativo policiaco, porque
suspendieron la circulación de las dos avenidas y por todos lados había
policías en camionetas, en automóviles y caminando.
Al salir en la avenida Murguía,
estaba un automóvil de color blanco de modelo reciente con la puerta
abierta, me obligaron a entregar todo lo que traía en las bolsas de mi
pantalón, dinero y la tarjeta de circulación, me subieron con exceso de
violencia en los asientos traseros del automóvil, me obligaron a agachar
la cabeza, avanzaron una caudra y doblaron a la derecha sobre la calle 5
de Mayo, a media cuadra se estacionaron en doble fila, ahí se
encontraba una persona que no conozco y que confirmó mi identidad,
después de esto me obligaron a acostarme en los asientos con mas
violencia, me cubrieron la cabeza y parte del cuerpo con una chamarra de
color verde olivo, me llevaron rumbo a la Procuraduría General de
Justicia del Estado, en dirección al aeropuerto, después de unos veinte
minutos aproximadamente llegamos a una casa, en ese lugar fui torturado
física y psicológicamente durante 11 días, del 15 al 26 de diciembre de
1997.
La tortura
La tortura física empezó desde
el momento en que me metieron a esa casa, me vendaron los ojos con cinta
canela, me amarraron las manos y los pies por detrás de la espalda con
cordeles gruesos, al segundo día me quitaron las vendas en los ojos y me
la cambiaron por bolsas de tela gruesa en la cabeza, cada bolsa bien
amarrada en el cuello, los nudos hacia la nuca, la tela me apretaba en
la cara y me impedía respirar, sentía asfixiarme, padecí un calor
insoportable, me mantuvieron en total inmovilidad.
Durante los días de mi secuestro
estuve sometido a tratos crueles, indignantes, humillantes, mucha saña
hacia mi. Me tuvieron sin probar alimentos; cada tercer día me daban una
torta con pan seco y un vaso de agua sucia, me daban de comer en la
boca a prisa sin desatarme las manos, me obligaban a tomar tabletas
disueltas en medio vaso de agua, después de tomarla sentía alucinación y
desesperación.
En la nariz me aplicaron agua y
agua mineral con chile, toques eléctricos en las partes mas vulnerables
del cuerpo, principalmente en los testículos, bolsa de plástico en la
cabeza, telefonazos en los oídos, torceduras de brazo hacia la espalda
por la nuca, culatazos, patadas y puñetazos en los pulmones, en el
estomago, en la cara, en los músculos de los brazos y piernas; me tenían
parado día y noche como si fuera un poste sin poder recargarme en la
pared ni flexionar las piernas, no me permitían sentarme en el piso o
dejarme caer para acostarme un rato, los golpes no paraban.
No sé si se dormían o se iban
mis torturadores pero en esos ratos me dejaban en paz, entonces yo me
dejaba caer en el piso para dormitar un poco, en cuanto se daban cuenta
me paraban a golpes y me torcían los brazos hacia la espalda por la
nuca, para lastmarme más, eso me causaba un dolor intenso e
insoportable.
La dosis (el tehuacanazo)
El agua en la nariz y el agua
mineral con chile, me las aplicaron de la siguiente manera: me acostaban
en el piso, en un lugar inclinado, me metían una bola de trapo mojado
en la boca para no poder gritar, y cuatro torturadores me tenían
sujetado, uno en cada brazo y en cada pierna clavándome sus rodillas con
mucha fuerza, otro más me aplicaba “la dosis” como le llaman ellos, me
tenían sujetado como si fuera un animal para sacrificarlo. Las torturas
con agua en la nariz, el agua mineral con chile y los toques eléctricos,
me hacían perder el sentido. Cada día eran torturadores diferentes, y
esto lo hacían todas las noches.
Tortura Psicológica
Me mantuvieron con una grabadora
encendida y a todo volumen junto a mí todos los días, nunca pude ubicar
por donde me tenían secuestrado, pero cuando hacian el cambio de
cassette escuchaba el ruido de los aviones.
En muchas ocasiones me dijeron
que ya tenían a toda mi familia en el cuarto de al lado y que los
estaban torturando igual pero que ellos sí estaban diciendo la verdad y
que como yo no respondía a sus interrogatorios entonces me tenían que
inyectar para hacerme hablar.
Me amenazaban con violar a mi
esposa y a mis dos hijas, me decían que a mi hijita de tres años ya no
le daban de comer y que la tenían separada de su mamá, y a mi muchacho
lo iban a torturar más que a mí.
Los días posteriores mis
torturadores se presentaban y se carcajeaban diciéndome que ya habían
violado a mi esposa y a mis hijas, que las iban a seguir violando y
torturando igual; el día martes 23 de diciembre me decían que iban a
empezar a matar uno por uno de mi familia, que al último iban a matar a
mi niñita de tres años y que a mi me iban a cortar una parte de mis
testículos para que me fuera muriendo lentamente, o que me iban a tirar a
la carretera cuando pasaría un trailer para que me aplastara como a un
perro, que a ellos les valía porque eran gente del gobierno.
Para hacerme creer que tenían a
toda mi familia enfrente de mí presentaron a una señora, dos muchachas,
un joven y una niñita, acercándolos a donde yo estaba, con el fin de
hacerme sentir la presencia de mi familia, pedí que me dieran la
oportunidad de platicar con ellos, pero nunca se me permitió, nunca los
pude ver porque todo el tiempo estuve con la cabeza cubierta con bolsas
de tela.
Motivo de las torturas
El motivo de las torturas fue
para que yo aceptara de ser integrante del Ejército Popular
Revolucionario (EPR), que aceptara tener el grado de mayor dentro del
grupo armado, me golpeaban para que yo dijera a partir de cuando me
integré en la clandestinidad, que les dijera cuáles han sido mis
actividades dentro del grupo armado, que les dijera quiénes de mis
paisanos y profesores oaxaqueños pertenecen al EPR.
Yo respondí que desconocía totalmente de lo que me estaban preguntando, en ese entonces yo me dedicaba al comerció.
Mis secuestradores me dijeron
que si yo aceptaba el grado de mayor en el Ejército Popular
Revolucionario (EPR), entonces respetarían mis derechos de acuerdo a los
convenios e Ginebra de 1949, porque yo era un prisionero de guerra, así
me darían de comer, agua para tomar, me dejarían descansar y me darían
buenos tratos.
De este modo fui obligado a
firmar y a poner huellas digitales a más de un centenar de hojas en
blanco, membretadas y no membretadas, tres o cuatro firmas y huellas
digitales en cada lado de la hoja.
La presentación
El día 25 de diciembre en la
mañana llegó un masajista, empezó a frotarme todo el cuerpo,
principalmente donde tenía moretones e inflamaciones; por la tarde de
ese mismo día, entre dos torturadores me pusieron a hacer ejercicios de
brazos y piernas durante varias horas, en seguida me bañaron, después
del baño me dijeron que a la 1:00 de la mañana me iban a sacar en una
camioneta para matarme y desaparecerme; yo pregunté por mi familia y me
dijeron que la tarde anterior ya los habían puesto en libertad.
Llegó la hora que me habían
dicho, me sacaron entre dos, alzándome, me subieron a un coche y se
arrancaron, después de unos 20 a 25 minutos, me dijo uno de ellos, el
que iba a mi lado izquierdo, “Tu hijo de la chingada te vamos a poner en
manos de las autoridades para que te juzguen de todo lo que hiciste;
ahora, para nada digas a donde estuviste y que es lo que te hicimos, tu
le dices que ayer te detuvimos, y si dices algo de lo que te pasó,
nosotros mismos te vamos a sacar de la cárcel y te desaparecemos, porque
somos gente de gobierno, nosotros no le tenemos miedo a nadie, los
derechos humanos nos valen madre ¿entendiste?”. Enseguida llegamos a un
lugar donde ya estaba otro automóvil esperando, me desataron los pies,
las manos y me quitaron las bolsas en la cabeza, me dijeron que no debía
levantar la vista, así me pasaron al otro coche y se retiraron del
lugar, después de media hora llegamos en la Procuraduría General de
Justicia del Estado, me bajaron del coche y me llevaron con un médico,
en la planta alta, el médico me preguntó cómo estaba yo de salud, le
respondí que estaba muy golpeado, él empezó a escribir a máquina y me
dijo que eso era todo, después me subieron en una patrulla de la policía
preventiva que me traslado al Reclusorio Regional de Etla, Oaxaca.
Cuando ingresé en el Penal eran las 3:00 de la mañana del día 26 de diciembre de 1997.
¿Y los derechos fundamentales?
El Estado al ordenar mi
secuestro y tortura física y psicológica han violado flagrantemente las
garantías individuales plasmadas en la constitución política de los
Estados Unidos Mexicanos, mismas que establecen los derechos
fundamentales que toda persona posee por ser mexicano y marcan los
limites del poder y autoridad del estado ante los ciudadanos; en unos de
sus párrafos menciona la prohibición de la tortura.
El código penal posee derechos
de los que goza una persona al momento de su detención, los agentes
deben identificarse plenamente y la persona tiene derecho a permanecer
callada y cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra, se le
debe explicar de qué se le acusa y quién lo acusa, debe ser puesto a
disposición de un juez lo más pronto posible, no debe ser maltratado ni
física ni moralmente, no debe ser incomunicado.
Mi caso no ha sido el único en
que el Estado hizo todo lo contrario, bajo secuestro y tortura obligaron
a más de un centenar de indígenas zapotecos de la Región Loxicha a auto
culparse de los delitos que jamás cometieron, se les obligó a firmar y
poner huellas digitales en hojas blancas para fabricar delitos.
Alvaro Sebastián Ramírez
Preso Político y de Conciencia de la Región Loxicha
La Voz de los Zapotecos Xiches en Prisión
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